Monday, April 06, 2009

ATRACCIÓN FATAL

ATRACCIÓN FATAL
Por José Dávila Arellano

-¡Por Dios, esto es una ratonera!
En efecto, se trata de una trampa, una impresionante marea humana.
Son, cientos y cientos de miles y miles de jóvenes enloquecidos por un concierto al aire libre de música metálica. Tantos, que sería una locura tratar de calcular el número de asistentes.
Es un mar de cabezas; una masa humana presa de oleajes desbocados que presagian una tormenta irremediable.
El estruendo es ensordecedor. Se ha entablado un duelo entre el retumbar de las monumentales bocinas dispuestas por toda explanada y el griterío de la multitud delirante.
Se antoja una guerra sin cuartel en torno a un entarimado iluminado con deslumbrantes haces de luz de reflectores giratorios y fuegos de artificio.
Son rostros enloquecidos, delirantes, ansiosos. Al compás de un juvenil cuarteto que revoluciona la “nueva” música, la muchedumbre no canta, aúlla desbocada al compás de un ritmo que para de cabeza hasta a los más sordos.
¿Los autores? Sólo cuatro jovenzuelos: baterista, pianista y dos guitarristas. Sin embargo, a lo largo de su exitosa gira mundial, como un poderoso imán, atraen desbordadas muchedumbres
Desde la noche anterior, ha arribado una riada de “fans”, pernoctando a cielo abierto en un intento de conquistar la mejor ubicación posible. Todos quieren ser los primeros. Y llegan y llegan y llegan. La peregrinación amenaza con no tener fin. Por doquier se prenden fogatas para atemperar el desplome de la temperatura. Abrigos, bufandas, cobertores, chamarras, suéteres. Todos se protegen como su inventiva les da a entender y resisten estoicos, como inermes soldados defendiendo una trinchera sin fusil.
Después de todo, el concierto justifica cualquier sacrificio.
El amanecer es prometedor y la luz del alba descubre la invasión humana. El espacio está a reventar y no hay sitio para un alma más. No obstante, siguen arribando jóvenes que empujan y empujan hacia el frente hasta compactar el gentío. La trampa se ha cerrado: imposible escapar. Poco a poco, lentamente, uno a uno va quedando inmovilizado. Imposible, siquiera, levantar un brazo.
“¡Por favor, no empujen! ¡No empujen! !Nos van a matar!”
Cuando el sol alcanza el cenit, se corre el telón y estallan las primeras notas musicales, agudas, desequilibradas, rechinantes. Entonces despierta un monstruoso vocerío. Se ha iniciado un indescriptible combate de decibeles.
“¡Calma, tranquillos…!”
La algarabía raya en la locura y el oleaje de rostros plenos de éxtasis y felicidad, se va transformando en ansiedad, histeria y… miedo. Ahora se torna violento, tan violento que apaga las súplicas de auxilio.
“¡No aplasten! ¿Dejen respirar! ¡Basta, basta…!”
En efecto, no se puede respirar. Las olas de cuerpos prensados van y viene sin control. Es un espectáculo dantesco. Una tortura inesperada, un diabólico manicomio.
“¡Piedad, por todos los santos, piedad!”
Demasiado tarde; la estridencia musical impide la escucha de suplicas, lamentaciones, y el rezo de un padrenuestro…
La asfixia emerge siniestra Los más débiles han extraviado su enajenación inicial.
Aplastados, lentamente mueren de pie…

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