Tuesday, January 20, 2009

LA RECESIÓN ECONÓMICA

LA RECESIÓN ECONÓMICA

Por José Dávila A

Desde que en el recién finado año 2008, políticos, economistas, videntes, agoreros, pregoneros, adivinos, hechiceros, incluyendo el socorrido gremio de los brujos, han recurrido a la palabrita “blindar” en un intento por proporcionar seguridad a la ciudadanía ante los pronósticos de que el recién nacido 2009 será un año en extremo difícil, nuestro héroe, Filomeno Poca Suerte, decidió “blindarse” contra las negativas repercusiones de una inminente recesión económica.
Y decidió “blindarse” porque la famosa palabrita le hizo gracia al ponerse de moda en todos los círculos oficiales, políticos, sociales y medios de comunicación. Sin embargo, ¿por dónde empezar? Inquieto, Filomeno al no comprender a ciencia cierta el significado del vocablo, decidió indagar en el diccionario:
“Blindar: acorazar y proteger con planchas de diversos materiales contra agentes exteriores como proyectiles, radiaciones, etc.”
-Ahora empiezo a entender –razonó con admirable intuición. Sin embargo, decidió investigar aún más:
“Blindaje: revestir con chapas metálicas de protección: blindar un carro de combate”.
-¡Como los taques Sherman M4 que invaden la franja Gaza! –exclamó Poca Suerte.
De esta manera, empezó a percibir que los bancos mercantiles, para impedir una estampida de recursos económicos por parte de sus cuentahabientes, aseguraron estar “blindados” contra cualquier emergencia que pudiese presentarse en el futuro. Así pues, las inversiones de su membrecía estaban “amuralladas” y no corrían ningún riesgo.
-Buena decisión –aprobó no sin cierto regodeo.
Al mismo tiempo, el gobierno, en voz de su presidente en turno, aseguraba estar “blindado” para que no sufriese menoscabo la economía nacional.
-Entonces no hay nada que temer –dedujo con admirable convicción.
A la par, la élite empresarial, a través de su vocero oficial, hacía alarde de estar “blindada” desde el año pasado por aquellos de las “condenadas moscas”. Sin embargo, se sabía tras bambalinas que ya habían puesto a buen resguardo su riqueza patrimonial, obviamente, “blindada”.
-Más vale prevenir que lamentar –afirmó “Fili”, como le decían de cariño en casa.
Por supuesto, las Cámaras de Comercio también habían saltado a la palestra publicando grandes desplegados en los medios impresos, informando que su “blindaje” a favor de sus distinguidos socios, estaba protegido a prueba de indeseables vaivenes de la veleidosa moneda nacional.
-Más vale pájaro en mano que ciento volando- comprendió de inmediato.
Más tarde, tras una reunión de la Confederación de Cámaras Industriales, se advirtió que para enfrentar la tormenta económica que se avecinaba, habían decidido adoptar urgentes ajustes relacionadas con paros técnicos, disminución de jornadas laborables, despido de personal, austeridad administrativa, programas para recortar egresos y cancelación de prestaciones laborales. Sin embargo, no se informó que ya ascendía a 400 mil los desempleados.
-¡Ay que “jijos” de su blindada maternidad! –reprobó molesto.
Por supuesto que, aprovechando la oportunidad, surgió una innovador instituto: “Servicios de Blindaje a Ejecutivos”, con base en un intensivo asesoramiento, incluyendo a sus agentes de seguridad privada y escoltas para esposas afligidas.
-¡Claro! No podían faltan los oportunistas –reflexionó Fili con enojo.
Sin embargo, la clase media y los estratos más paupérrimos de la población, no estaban “blindados” en contra de una ola especulativa mercantil y la devaluación de la moneda que se desató en aras de una recesión que llegó del exterior.
-Por vez primera ahora no fue culpa del gobierno –reflexionó a manera de consuelo.
Ya no quiso indagar más. Alarmado por las malas noticias, siempre previsor, Filomeno Poca Suerte, decidió “blindarse”.
Sin dudar un segundo, almacenó víveres, agua, velas, ropa, sábanas, cobertores, cuentos de Mafalda, veneno contra las ratas, y se dio a la tarea de “acorazar” su casa, soldando gruesas láminas de acero en la fachada, en la barda posterior, en las ventanas del segundo piso y, por supuesto, cubrió todo el techo.
Su hogar era un impenetrable bunker que hubiera envidiado el mismo Hitler. El único problema es que se olvidó de las puertas.
Ahora si existían motivos de preocupación para “desblindarse”…



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