Wednesday, October 29, 2008

AGUAS ASESINAS

AGUAS ASESINAS
Por José Dávila A.


Eran aguas misteriosas.
A veces tranquilas, demasiado tranquilas. Luego, sin previo aviso, se mostraban turbulentas, traicioneras y asesinas.
En el cielo no existía sol; sólo un fuerte resplandor lo iluminaba todo. En la noche la oscuridad era total. Ni luna ni estrella polar ni luceros ni nada.
Cuando reinaba la serenidad, el oleaje despertaba amenazante apenas surcaba sus linderos una nueva embarcación.
Los vientos arreciaban a barlovento y la nave empezaba a cabecear con violencia. Las aguas encrespadas hacían que la proa se hundiera por largos segundos, sólo para surgir a la superficie como un náufrago aspirando una bocanada de aire. A medida que avanzaba más difícil era encarar el golpe de la naturaleza ya convertida en huracán provocando unos gigantescos remolinos que concluían por succionar a la embarcación hasta hacerla desaparecer.
Tras el naufragio, como por obra de encanto, retornaba la calma con una velocidad sorprendente. No soplaba ni la más suave brisa.
A lo largo del tiempo, quien habían tenido la fortuna de sobrevivir, entretejía diversas historias que se habían convertido en leyenda : “Que en esas aguas profundas desde la travesía de Cristóbal Colón, lo habitaba un monstruo de diez cabezas y sin ojos que devoraba cuanta nave se aventuraba en sus dominios; que sólo un demonio infernal podía provocar torbellinos abismales de tal magnitud que hacía de un trasatlántico un barquito de papel que irremediablemente se perdía en sus gigantescas espirales; que no se sabía de un navío, carabela, velero o galeón, que hubiera alcanzado puerto seguro después de vencer las devastadoras tormentas.
Todos yacían en las profundidades de un cementerio marino.
Sin embargo, sin importar el tamaño de su eslora y manga, siempre existía un osado capitán que decidiera desafiar la furia de las embravecidas aguas de la muerte.
Ahora se aventuraba un catamarán de doble casco, el cual se columpiaba de babor a estribor, negándose a sucumbir. Su vela se mantenía firme pese a las intensas ráfagas de viento. Cuando la batalla se advertía inútil, de pronto el temporal aminoró y la endeble embarcación se mantuvo a flote…
El monstruo de diez cabezas y sin ojos, era un niño sonriente y juguetón. A sus pies, en desorden, yacían los nuevos barcos que en breve desafiarían las aguas asesinas, réplicas del “Titanic”, el “Queen Mary”, el “Andrea Doria”, el “Queen Elizabeth”, el “SS United States”y una escuadra de cruceros turísticos que encabezaba el famoso “Royal Caribbean”. Autor de todos los desastres, cerró el libro de Julio Verne y apagó el potente ventilador que había puesto en la cabecera de la bañera de la casa.”

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