Sunday, February 25, 2007

CULPABLE DE INFIDELIDAD

CULPABLE DE INFIDELIDAD

Por José Dávila A.

Jamás lo dudé. Desde el primer momento en que te conocí adiviné que serías mi amante...
Y fuiste más que eso: cómplice secreto, amiga incondicional, discreta confidente, acompañante de los silencios, refugio de la soledad, fuente de ilusiones, y confianza sin fronteras. En pocas palabras eras mi alma gemela.
Lucías tan hermosa cuando mis ojos por vez primera se posaron en ti. Radiante, seductora, vanidosa, orgullosa y muy segura de ti, presumiendo de una belleza ajena a todo maquillaje artificial. No lo necesitabas. Tu belleza era natural, tan luminosa y nítida como luna llena iluminando una selva tropical.
Tu prestancia de inmediato me sedujo. Tu atuendo negro con ribetes plateados, te acentuaba la personalidad. Y no es porque estuvieras de luto, sino bien sabías que en la sencillez se incuba la semilla de la elegancia. Y eso me enloqueció.
Tenías ese porte misterioso que inspiraba seguridad, confianza, nobleza y sacrificio. Tu cuerpo esbelto, bien formado, de provocativas líneas, se tornaba irresistible. Y tu voz, tu dulce canto y melodía, me hablaba de mil promesas y desafíos, de encuentros y desencuentros, de repetidas sorpresas e interminables remansos en donde sólo el silencio nos identificaba.
Cuando te descubrí, las amigas que te acompañaban se morían de celos a tu lado, mientras mis ojos, lenta, sensualmente te recorrían de pies a cabeza. No existía otro espacio en dónde posar la mirada. Pronto, en mi corazón nació ese sentimiento de felicidad que de un marrazo te sacude el alma. Jamás temí acercarme a ti. Nunca vacilé en confesarte mi admiración, admiración que de pronto se tornó en ternura y después en amor.
Ahora te lo descubro: desde el primer segundo confié en ti sin temor a una traición. Bien lo sabes; sin dudar te regalé los sentimientos más profundos de mi alma que jamás persona alguna conocía. Y sí, lo sé, en un principio te sorprendiste que yo, como buen guerrero, entregara mis armas a quien le había vencido tan sólo con su presencia. Después vislumbraste mi verdad y decidimos marchar juntos.
¡Ay amor, cuánto te amaba! No podía tocar otro cuerpo que no fuera el tuyo. Tú eras el universo infinito.
Cierto, vivimos tiempos de armonía, desesperos, confrontaciones, derrotas y victorias. No importaba que el amanecer nos sorprendiera después de una larga noche de diálogo inagotable. Juntos, los débiles rayos del sol nos devolvía la esperanza de vivir otro día aún más intenso que el anterior. Sin desmayo, decidida, combatiste a mi lado en busca de la solución acertada. Jamás olvidaré que me iniciaste en un nuevo lenguaje y atenuabas mi ignorancia con tu infinito bagaje de conocimiento. Siempre te mantuviste atenta a encontrar la salida a los laberintos en donde se extraviaba mi imaginación. Nuestra convivencia fue única. Nunca un reproche, jamás un disgusto, menos aún el arrepentimiento.¿Recuerdas cómo disfrutábamos navegar juntos por mares desconocidos?
Y cuando más feliz era, empezaste a enfermar, a desmayar; se te escapaba el brío, lentas eran tus respuestas, tu semblante sufría repentinas sacudidas. ¡Demonios! ¿Qué te sucedía? Empezamos a recorrer un arduo camino de inútiles consultas, sin encontrar el antídoto a los males que persistían. Todos los remedios, las vacunas que la ciencia conocía te fueron administrados sin resultado alguno. El dictamen final fue escalofriante: tu cuerpo estaba invadido por virus y gusanos desconocidos. Tu estado físico estaba en fase terminal... Así, lentamente, te fuiste apagando como un pabilo a los pies de un altar de iglesia. Y ahí estaba a tu lado, impotente, amarrando las lágrimas y derrotado por la tristeza. Mi alma gemela, irremediablemente, se escapaba lánguida.
Desconsolado te dejé descansar al tiempo que tu voz se convertía en un susurro. Velaba junto a ti sin atreverme a tocarte para no inquietar tu espíritu rebelde. Tan sólo diálogos sin voz. Necesitabas reposo, tranquilidad y respeto. Es por ello que me negué a un trasplante, a la mutilación de tu cuerpo como una última posibilidad de salvar algo tuyo que siguiera acompañándome en mi camino. No mi amor, no podía consentirlo, porque te sigo amando tal cual eres.
Sin embargo, antes que dejes de escucharme te juro que jamás te abandonaré. Siempre permanecerás a mi lado. No obstante, tengo que ser honesto, porque jamás nos mentimos. Difícil es hacerte esta cruel confesión: Ya tengo otra amante. No, no tan perfecta como tú. Eso sería imposible. Ni su pantalla, ni su cerebro, ni su teclado, se asemejan a ti. ¡Nunca podrán! Por favor, no me rechaces, compréndeme. Necesitaba de ella, porque sin una dirección de e mail no existo en este mundo...

No comments: