Saturday, September 19, 2009

VAMPIROS DE NUEVA GENERACIÓN

VAMPIROS DE NUEVA GENERACIÓN.
Por José Dávila A.

Soy un vampiro “light”
Me gusta la hemoglobina, pero embasada. Cierto que no tiene el mismo sabor que la natural a causa de los conservadores que le mezclan para prolongar su fecha de caducidad; sin embargo, me evito el mal sabor de boca que me produce hincar un cuello grasoso y mugriento.
¡Qué asco por Dios! ¿Cómo es posible que le gente no se bañe? En el pasado bañarse era un exquisito ritual. La gente era hermosamente limpia. ¡Ah, qué tiempos aquellos! Degustar un colmillazo en un desnudo hombro femenino, terso, limpio, con olor a lavanda fina, era un agasajo. Un auténtico manjar digno de los dioses del Olimpo.
Hoy se recurre a lociones y perfumes “piratas” para disimular la peste que emana de los sobacos. ¡Qué horror!
La sangre es para mí como el agua para el ser humano.
La consumo todos los días. Sin embargo, se presentan épocas de sequias para lo cual ya cuento con una reserva de emergencia. Mi insaciable gusto por ella, en un pasado reciente, no encontraba límites. Siempre existían nuevos candidatos para ser degustados, sin importar credo, sexo, raza o color. La sangre era la sangre. ¡Era un verdadero festín!
Basta decir, para no quedarme corto, que he succionado sangre real. Bueno, todavía así se autoproclaman seres privilegiados cuyo dudoso abolengo deriva de un nombramiento hecho a la medida en cualquier imprenta clandestina. Basta proporcionar tu primer apellido para que en un abrir y cerrar de ojos te expidan un comprobante que respalda las raíces de de un impresionante árbol genealógico, como si tramitaras la credencial de elector.
Además, tengo tarjeta de crédito universal para todos los bancos de sangre en el mundo. Por lo tanto, no me preocupa ni el desayuno ni el almuerzo ni la comida o la cena. De igual forma, prevenido como siempre, en una congeladora tengo reservada una estimable dotación de sobres con plaquetas certificadas.
Por supuesto que ignoro si soy pariente de los primeros vampiros humanos que se originaron en Persia, de las pinturas rupestres de hombres luchando contra extrañas criaturas que intentan hincar sus colmillos en sus pescuezos, del mítico Drácula o de la “Condesa Sangrienta”, Elizabeth Bathory, famosa aristócrata húngara acusada de secuestrar y torturar a numerosas jovencitas hasta su muerte, con el objetivo de bañarse y de beber su sangre. Creía que, de esta manera, preservaría su juventud y su belleza.
Es por ello que, después de cada “alimento” me cepillo rabiosamente los colmillos, hago gárgaras con carbonato de calcio, mantengo al día mis citas médicas con el Seguro Social, y, bimestralmente, recurro a la hemodiálisis para depurar mi torrente sanguíneo de toxinas renuentes que navegan por mi sistema circulatorio.
En resumen soy un vampiro discreto en extremo escrupuloso. Formo parte de una generación elitista que discrimina a drogadictos o candidatos en vías de contraer Sida o el AH1N1.
Más vale prevenir que lamentar…

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